La lluvia
Hace un tiempo atrás, no sé si por cuestiones del ego, o de la práctica, o de la juventud, me creía un gran escritor. Siempre me ha gustado escribir y no digo que me parezca fácil hacerlo, pero con el pasar de los años, se me ha hecho más difícil hacerlo. No sé si porque quizá con el pasar de los años, vamos perdiendo ese encanto que le vemos a muchas cosas, o porque con los años nos volvemos más analíticos, más académicos, y solo encontramos como válida la escritura que tenga que ver con lo mundano, con lo físico, con lo que quizá consideramos "intelectual".
Sin embargo, quise dar un alto a ese tipo de escrituras, y retornar al pasado, a lo simple, a lo que se reduce a los sentimientos más que a los pensamientos, a reducir lo racional y aumentar lo sentimental... y pensando en qué escribir, me di cuenta que estaba lloviendo.
La lluvia siempre ha tenido un efecto especial en mí, me hace feliz, me da paz, pero al mismo tiempo me genera una sensación de incertidumbre. Siempre me sentía feliz (y hoy en día lo sigo haciendo) cuando de niño, empezaba a caer la lluvia. Empezaba a sentir tranquilidad de pensar que pronto iba a estar bajo mis cobijas con el sonido arrullador de la lluvia cayendo afuera de mi ventana mientras rebotaban fuertemente las goteras contra ellas y yo me sumía en el mundo de los sueños. Luego me invadía un sentimiento de una incomensurable angustia cuando empezaba a recordar que en la calle hay personas que no tienen techo, que no tienen comida, que hay animales callejeros que están sufriendo las inclemencias del medio ambiente, que se mojan, que sufren el frío y las enfermedades que puede acarrear ese bello baño de plata que cae del cielo, y que se pinta de los colores de las distintas luces que atraviesan su camino hasta tocar el gris y desabrido pavimento que ha cobrado tantas vidas, y que tiene tantas trazas imperceptibles de sangre y carne humana de tantas vidas que se ha cobrado este.
Hubo un tiempo en que la lluvia me traía muy malos recuerdos... la noche que mataron a mi tío, una de las personas que más he querido, llovía profusamente. Cuando la noticia llegó a mis oídos, se confundía el llanto al otro lado del teléfono con las gotas cayendo fuertemente en el techo de mi patio, y luego el ruido de mi propio llanto, se mezclaba con el sonido estrepitoso que hace la lluvia cuando cae a cántaros. Sin embargo, eso no evitó que algunos vecinos escucharan el llanto y se dieran cuenta de ello... La última vez que vi a mi tío, también llovió fuertemente cuando me despedí de él. A veces creo que la lluvia me estaba dando un presagio de las lágrimas que derramaría ese año mis familiares y yo a raíz de esa pérdida.
Cuando me accidenté, a pesar de que no fue un accidente tan fuerte, pero que pudo haber terminado en un abismo, también llovía fuertemente. A veces pienso que la lluvia es un presagio de cosas que quizá no sean tan buenas, a pesar de que me gusta, pero que repito, me trae sentimientos encontrados. En ocasiones he sentido que el día que llegue la hora de morir, sea a mano propia, a manos de otro, o de la naturaleza, la lluvia será el llamado que me indicará que el momento ha llegado.
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